viernes, 24 de julio de 2015

Destino Italia

Abro los ojos perezosamente. El autobús está lleno de ruido a pesar de ser tan temprano y de que todos estamos cansados por la falta de sueño. Las calles de Italia están abarrotadas y el sol las baña haciéndolas parecer relucientes.
Creía que todos los que iban sentados a mí alrededor estarían durmiendo, ya que la noche anterior nuestras partidas ruidosas de “pueblo duerme” se habían alargado hasta muy tarde. Solo habíamos decidido parar cuando Óscar y Magda alzaban tanto la voz que temíamos que apareciera Carlos a regañarnos…O a hacer el Peter la Anguila, con él nunca se sabe. Además Fontao declaró que estaba cansado de que le acusaran a él de lobo todo el rato “¿Votos para Fontao?” y Javi no parecía muy animado después de ser asesinado diez partidas seguidas.
Lo cierto es que me sorprende el hecho de ver a casi todo el mundo despierto. Justo detrás de mí oigo un “¿Ah sí? Cuéntame más” y comprendo que Héctor, Patry y Álvaro deben estar hablando de algo poco importante. Al girarme compruebo como Patry tiene una mueca hacia Héctor. Debe andar molestándola, como siempre. Muevo la cabeza hacia los lados apartando la vista. Esos dos se quieren más de lo que admiten.
Como había supuesto Álvaro está con ellos hablando también. Bueno, mejor dicho, está escuchando. Sus ojos claros no se pierden ni una palabra dicha por los otros dos, pero decide no intervenir en su absurda pelea y se queda en las sombras, Que típico de él. A veces me gustaría cogerle de los hombros y sacudirle hasta que se diera cuenta de lo maravilloso que es y de lo poco que se lo muestra a los demás.
Al lado de ellos están Carmen y Noelia. Las dos comentan algo en voz baja para que nadie se entere. Desde mi posición no logro escuchar nada pero puedo apostar a que Noelia está dejando caer algún “escúchame” cada dos frases que dice. Aunque todo hay que decirlo, los “escúchame” vuelan por el autobús, ya que Noelia se ha encargado bien de implantarnos su suaj a todos.
Mirándolas a las dos me vienen mil recuerdos de estos días, tan recientes que es casi delito llamarlos ya recuerdos. El día que llegamos al camping de Roma, tan emocionadas en nuestra nueva habitación, no podíamos esperarnos por nada del mundo que el viaje fuera a ser tan fantástico. Todavía me acuerdo como bajamos las escaleras del autobús casi corriendo y esperamos impacientándonos hasta que tuvimos la llave en nuestra mano. Por el camino casi me caigo con la maleta por uno de los pasillos de piedra, como me ocurrió mil veces a lo largo de todo el viaje. Soy torpe, lo sé.
A partir de ese día, estuve al lado de mucha gente que iba conociendo, pero Carmen y Noelia se mantuvieron cerca todo el rato y es algo que he ido agradeciendo. Es genial poder disfrutar de un viaje tan increíble con dos amigas de siempre. Supongo que ellas estarán ahí y que nuestras antiguas bromas pueden seguir saliendo a flote. Carmen nunca se cansará de llamarme Violadora, y yo de vez en cuando le recordaré a Noelia lo mucho que ella ama a Nessie.
Las sigo mirando. Carmen frunce durante un segundo sus labios rojos y luego estalla en una carcajada acompañada de la de Noelia, Héctor, Patry y Álvaro. Aparto la vista de ellas dos porque siento que me he perdido el chiste. Me vuelvo a fijar, sin embargo, de los tres que tengo detrás. Héctor me resulta muy curioso. A pesar de ser del Butarque no me sonaba nada su cara, pero tenía la sensación de que él y yo no tendríamos nada en común. Ilusa de mí, porque puede que sea la persona de la excursión con la que más gustos comparto. Ya en el autobús me quedé embobada con su música Hardcore y hasta me atreví a preguntarle qué grupo era el que sonaba. Y con los días descubrí que le gustaba el LoL, que veía Anime y que tenía un humor muy especial.
Nadie puede negar que sus caras son inolvidables. Y es así porque se encarga de posar con ellas en todas las fotos que hacemos. Ahí al lado está Patry y también tengo muchos recuerdos con ella.
El primero es sin duda la canción de Tequila, que por cierto aún no he escuchado nunca, pero me la sé solo de escucharla a ella y a Óscar cantando una y otra vez esa dichosa canción. Aunque siempre me acordaré de ella como la chica de los minions.  Los dos siguen en su absurda pelea a la que se ha añadido Noelia y Carmen. Álvaro mira por la ventana empanado. Cuantas horas habré pasado con él hablando en el autobús. Y pensar que lo tenía siempre en el insti y nunca me había parado a conocerlo. Ahora echo la vista atrás y me arrepiento. Pero sé que nunca me voy a cansar de decirle lo mucho que vale y lo guapo que es, porque se merece eso y mil cosas más. Espero tenerle a mi lado el año que viene, aunque sea solo algunos recreos.
De repente me doy cuenta de que detrás de Las dos chicas están Raquel y Magda sentadas. No había reparado en ellas porque están durmiendo las dos.  La Potterhead y la chica de 20 años. Ambas me han parecido muy simpáticas desde el principio. Y puede que no sean las dos personas con las que más me estoy juntando pero está claro que tampoco me voy a olvidar de ellas. De Raquel me acuerdo mucho de sus conversaciones sobre Harry Potter, de la araña terrorífica de su habitación y de sus sonrisas contagiosas.
De Magda…bueno de ella me acuerdo sobretodo de su forma de hablar. Sus imitaciones de Carlos son las mejores. Y siempre recuerdo esa dedicatoria preciosa que escribió en el libro de profesor de Pablo.
Decido dejar de ponerme melancólica y miro hacia delante. Pero justo delante de mí está Aza durmiendo y me vuelven los recuerdos. Al nombrar a Aza lo primero a lo que debería hacer alusión es a las tremendas fichas que lanza y que tanto cachondeo nos ha causado, pero no es el primer recuerdo que me viene de él. Le veo en la puerta de nuestra cabaña pidiéndonos que le guardemos el alcohol en nuestra nevera. Y luego le veo poniéndose nervioso al tener a Estrella en el saloncito con la botella en la mano.
De Aza además tengo mil imágenes llamando la atención de maneras inimaginables y cuando le pregunto a alguien porque es él el que siempre destaca, todos me dicen “Es Aza” como si eso fuera lo más lógico. Aunque sin duda lo más gracioso que recuerdo de él es verle tendido en nuestra cama con su metro ochenta que le quedaba demasiado pequeña y los pies se le salían.
Lo cierto es que esa noche no fue el que más malparado salió porque el pobre Fontao durmió en el sofá. Y hablando de Fontao, está justo al lado mío. Con él va Nerea, que está dormida apoyada en su hombro. Oscar es el que va a mi vera, hablando con el chico de algo a voz de grito. Y justo delante de ellos van los dos que faltan. Una cabeza rubia se asoma por encima del asiento, y está claro que solo puede ser de una persona.
Me inclino para observar a la parejita, pero me llevo una sorpresa al ver que ninguno está dormido. Sonrío al verlos sonrientes y cogidos de la mano, ruborizados los dos. Son tan monos que vamos a acabar todos vomitando arcoíris al verlos. Irene y Javi están hablando en voz tan baja que sería imposible saber lo que dicen aunque estuviera justo al lado de ellos.
Me encanta verlos tan juntos, puesto que les estoy cogiendo mucho cariño a los dos. Con Irene, por ejemplo, me da la misma sensación de arrepentimiento que con Álvaro. La tengo al lado en el instituto desde hace un montón pero nunca me había dado cuenta de lo genial que era. Creo que debo confesar que en algunos aspectos Irene me recuerda un poco a mí misma. Y es tímida, pero en realidad mucho más especial de lo que deja entrever a simple vista.  Y me acuerdo mucho de esas canciones a todo volumen por las calles de Nápoles, en las que Irene parecía cantar bajito igual que yo, pero en las que acabábamos gritando con Óscar, Noelia y todos los que se unían.
Javi, aunque él no lo crea, también es absolutamente especial. Que decir que su altura llama mucho la atención pero no es lo único, y por supuesto no solo me ha ocurrido a mí. Está claro que llama la atención de más de una, puesto que es mucho más guapo de lo que él mismo se reconocería. Así mi consejo es que lo agarres bien, Irene, que no se te escape porque vale muchísimo como persona, y eso lo he podido ver en solo nueve días.
Pero lo que no olvido es que me debe un baile. Y eso lo sabe él muy bien, y espero que no se le olvide. Aunque que decir que tengo parte de culpa en no haber bailado con él, y es que esa discoteca me imponía y me daba algo de vergüenza pedírselo.
Y el pobre López ha pasado mucho, eh, que ha muerto docenas de veces en este viaje, y las que le quedan al pobre. Esas partidas son muy divertidas, y espero que no se acaben aunque el viaje llegue a su fin. Me enorgullece decir que yo di la idea de jugar a “pueblo duerme”.
La única pega que le puedo poner a esta gente es la música. Saben de sobra todos ya que lo que ellos escuchan no es lo mío pero se han esforzado mucho para pegarme bien el dichoso “plakito” ¿Verdad, Javi y Óscar? Y qué decir de la famosa canción del “Escuchameeee, dime que en tu cama esta mi nombre…”
Aunque el que más me ha dado por saco con la música es sin duda el amoroso Fontao. Debo confesar que la primera vez que lo vi pensé que era un cani, y bueno, a día de hoy lo pienso, pero solo un poco. Da una impresión muy distinta a como es en realidad, porque a mí me pareció un chico duro y luego resultó que era mucho más dulce por dentro de lo que aparentaba. Y recuerdos de él, a parte de su imagen durmiendo en el sofá, es verle todas esas veces que ponía música y cantaba poniendo unas caras muy graciosas. Fontao lo da todo cuando canta y me hace mucha gracia. Y esas frases suyas de “¿y esta?” se me han quedado grabadas en la mente.
Cuantos recuerdos en tan poco rato. Y pensar que fue hace tan poco esa primera comida, en la que les cobraron los cubiertos a Magda y a Carmen. Quedó claro que Magda iba a contárselo hasta a sus nietos. Aquella comida en la que Aza y Óscar bebieron vino y a este último se le subió tanto que se iba apoyando en mí del mareo.
Al recordarlo, le doy sin querer un codazo a Óscar, y este se da la vuelta para mirarme.
-¿Qué pasa?
Giro la cabeza hacia los lados, diciendo que no, y él vuelve a su conversación con Fontao, pero apoyando su cabeza en mi hombro. No hay palabras exactas para describir lo especial que se está haciendo para mí este chico. Y ni siquiera puedo explicar porque, puesto que él y yo no tenemos demasiadas cosas en común. Tal vez haya sido por su personalidad arrolladora y su carácter infantil, o tal vez por esos abrazos y esos “Bu” cuando no sabíamos que decir. Supongo que nunca había conocido a nadie tan cariñoso y a la vez con una personalidad así.
Pero creo que Óscar ha sido para mí una de las personas más especiales que he conocido en este viaje, y es decir, porque he conocido a unas cuantas la mar de especiales.
Una de las cosas que más recuerdo de él es verle en la discoteca del barco, con una sonrisa en la cara y bailando con cualquier chica que se le acercaba demasiado. También le veo a mi lado esas dos noches que dormimos como sardinas en lata en las cuatro camas de su habitación.
La verdad es que este viaje está siento tan inolvidable que ya me está doliendo la ausencia de él. Porque está claro que cuando acabe todos estaremos deseando que vuelva a empezar y eso no será posible. Asique espero que todos sigamos en contacto, que nos unamos más y que el día de mañana nos apetezca a todos dar una vuelta por Italia…o por cualquier otro país que queramos ver.
Pero esta vez sin profesores que paren a rezar en todas las basílicas, o que hagan el Peter la Anguila y nos llamen como cabras. Esta vez solo nosotros, para poder gritar todo lo que queramos con nuestro juego de cartas.
Aparto a Óscar y me recuesto contra la ventana. A lo lejos veo que Héctor y Patry ya no discuten, y que Magda y Raquel se han despertado y están hablando con alguien que no conozco. Fontao ha despertado a Nerea, para preguntarle alguna cosa que le urge saber. Irene y Javi siguen haciéndose arrumacos y hablando en voz baja, y Óscar mira a su amigo rubio con cara de cabreo.
-Deja de mirarlos que los vas a desgastar –le aconsejo a Óscar.
Aza sigue durmiendo pero ahora está apoyado en su amigo Pablo, y Carmen y Noelia están escuchando música y durmiéndose. Seguro que Carmen ha puesto Pablo Alborán. Óscar  se calla y refunfuñando se apoya en mi otra vez.
Y cierro los ojos y acunada por los recuerdos me voy quedando dormida deseando en vano que este viaje no se acabe nunca y que estas personas tan maravillosas sigan siempre a mi lado.
Os quiero mucho más de lo que esperaba querer a nadie en tan poco tiempo, chicos. Con Cariño
Marta


“Dedicado al fallecido 800 veces Javier López, al suaj de Noelia, a la Magda de 20 años, a la araña de Raquel y al bidón de palomitas que anda perdido en algún rincón de la habitación de Héctor”

domingo, 8 de febrero de 2015

Sin Alma

"Estaba oscuro.
En el bosque se respiraba un silencio inhumano. Yo corría sigiloso como un gato esquivando cualquier cosa que se topase en mi camino. 
Tenía hambre. Mucha.
Mi cuerpo me gritaba que corriera más deprisa, me instaba a que encontrara rápido una presa que saciara mi hambre.
Evoqué el recuerdo de una mujer. De alta estatura,  de curvas de infarto, de pelo liso.
Adjetivos muy inútiles para mí.  Recordé sus ojos verdes que me miraban reflejando su alma brillante.  
Ese era mi objetivo.  Un alma encerrada en uno de esos cuerpos humanos que tanto aborrecía yo. Recordé el cuerpo de la mujer caer sin vida al suelo. Sacudí la cabeza para sacar ese pensamiento de mi mente, estaba demasiado inquieto como para pensar en deliciosas almas y volverme loco pensando en ellas.
Una ráfaga otoñal me trajo un olor palpitante.
Mi cuerpo vibró rebosante de ganas y corrí en contra del viento, zigzagueando entre los árboles que se mecían tranquilos en la oscuridad. 
El silencio del bosque se tensó cuando apareció ante mis ojos la niña que estaba oliendo. 
De espaldas, estimé que tendría alrededor de ocho años,  era delgada y muy pequeña.  Tenía el pelo negro lleno de graciosos rizos.
La niña estaba en silencio,  agachada recogiendo flores. Llevaba un vestido blanco que dejaba al descubierto sus piernecitas inmaculadas. Era el mayor ejemplo de inocencia.
Anhelaba su alma pura y cristalina.
Me acerqué a ella todavía sigiloso deseando darle la vuelta de golpe para admirar el brillo de sus ojos antes de adueñarme de su alma. 
Con un movimiento rápido la giré ansioso y observé sus ojos del color de la miel.
Y entonces retrocedí asustado. Eran unos ojos terroríficos. Grandes,  pero carentes de brillo. La niña me miraba con una expresión seria, que a pesar del color dulce de sus ojos, estos eran como pozos sin fondo, como agujeros negros.
Temblaba de miedo pero estaba tan paralizado que no podía correr. La niña tampoco se movía. Se limitaba a estar ahí de pie sin hacer un solo movimiento. 
Jamás había visto unos ojos sin alma ¿Quién sería aquella criatura? ¿Qué sería? 
Al final ella retiró sus espeluznantes ojos de mí y yo me fui de allí velozmente.  Pero aún la oí hablar mientras me iba. 
-Adiós, demonio -dijo con voz angelical.
Y nunca he podido olvidar esos ojos sin alma. Casi no recuerdo su aspecto, su olor o su voz aguda, pero a lo largo de los años  esos ojos me han perseguido en mis peores pesadillas...

-Abuelo, he escuchado esa historia por lo menos un millón de veces -se quejó el chiquillo con voz cansina- No paras de contarla desde que tengo uso de razón.
-Eres un quejica -le dice- A tu hermano le encanta oír mi historia. 
-Henry tiene cuatro años -apuntó el niño- Cuando tenga mi edad ya veremos lo que opina de tu historia. 
-No seas desagradecido, intento darte una lección.
-Contarme cuentos no es darme una lección -replicó. 
-No es ningún cuento, niño,  es una historia real.
La tensión se palpaba en el salón. El hombre miraba dolido a su nieto,  el cual le devolvía la mirada levantando una ceja para dejar claro que no se creía ni una palabra.
-¿Crees que nunca he ido a cazar? -preguntó el pequeño levantándose de la alfombra- Un cuerpo humano no sobrevive sin alma, digas lo que digas tú,  y eso lo sabe hasta Henry.
-No voy a seguir perdiendo mi tiempo contigo, tengo demasiados años como para que un mocoso insolente me tome por mentiroso.
Se levantó también quedando a la altura de su nieto, tomó su garrote y echó a caminar a paso lento por el salón.
El niño se quedó mirando el fuego y se sentó en la alfombra otra vez. Observó las llamas crepitando y haciendo bailes sinuosos por la chimenea.
Una figura anaranjada por la luz del fuego entró al salón y se sentó a su lado, llenando la alfombra por una amplia falda de bordados.
-¿Qué has hecho para enfadar a tu abuelo de esa manera? -preguntó una voz aguda y muy dulce.
-Me ha intentado colar otra vez la historia de la niña sin alma, mamá -se quejó
Ella suspiró con paciencia.
-Tal vez deberías abrir un poco tu mente y no ser así con tu abuelo, ¿Sabes?  A mí también me contaba esa historia cuando era pequeña.
-¿Y le creías? 
-Yo no creo que viera una niña sin alma. Tal vez creyó verlo o tal vez lo soñó,  pero de lo que estoy segura es de que él cree verdaderamente que vivió todo eso. -Ella siguió hablando con su voz suave y atrayente- Por eso creo que no deberías ser así con él.
El niño se alejó de allí mientras pensaba en lo que le había dicho su madre. Tal vez debería disculparse con su abuelo."
Levanto la vista cansada de leer. Tengo un dolor de cabeza tremendo, y no me puedo creer que aun me queden tantas redacciones por corregir. vuelvo a bajar la cabeza y miro otra vez la historia de Rubén. "La niña sin alma" se titula. 
Menuda imaginación la de ese niño. Mira que meter una historia dentro de otra...
Es sábado por la noche y aquí estoy yo, como la profesora atareadísima que soy, corrigiendo redacciones de los alumnos de primero. Podría estar viendo una peli con mis amigos pero no, estoy leyendo cuentos que un abuelo le cuenta a su nieto para darle lecciones. Mucho mejor, donde va a parar. La verdad es que no entiendo como a un niño de doce años se le puede haber ocurrido meter una historia dentro de otra. Ahora que me paro a pensarlo, es un método curioso, podría seguir metiendo cajas hasta que me cansase. Quién sabe si ahora mismo una profesora en un lugar remoto, no estará corrigiendo una redacción sobre una profesora que está corrigiendo una redacción sobre una profesora que está corrigiendo una redacción...
Sacudo la cabeza, provocando que me duela más. Estoy demasiado cansada para seguir con esto. Dejo la historia de Rubén en la mesa y miro mi cama.
Creo que es demasiado tarde para pensar en cajas chinas, asique apago la luz y me envuelvo en mis sábanas.

martes, 4 de noviembre de 2014

Querida amiga:

Hace tiempo me preguntaste porque cuando escribía sobre alguien, solo hablaba de sus cosas buenas. Y ¿Qué quieres que te diga? Lo cierto es que es la única parte que yo veo en las personas sobre las que escribo. Y puedes pensar que idealizo a toda esa gente, pero la realidad es que cuando me decido a escribir sobre alguien es porque esa persona es importante en mi vida.
Asique no he podido resistirme a hablarte de él. Me preguntarás que tiene de especial, pero no sabría responder a eso. Simplemente creo que casi sin enterarme me cruzado con una persona que realmente vale la pena y aunque me fastidie admitirlo, he tardado más de lo que debería en darme cuenta.
Porque es posible que al principio no viera nada especial en él. Puede que entonces solo fuera “el chico de mi clase” porque, sí, es lo que tú estás pensando, era el único.
 Pero yo le observaba allí metido en una clase llena de chicas ruidosas. Él, con su ropa oscura y su mirada ausente, sentado en un rincón.
A mí me daba la sensación de que, aunque parecía no enterarse de nada, en realidad se enteraba de todo. Pero era solo una sensación, posiblemente sí que estuviera en su mundo.
Entonces empecé a conocerlo ¿y sabes qué? Me fui dando cuenta poco a poco del tipo de persona que se escondía tras ese pelo largo, esas camisetas de grupos heavy y esas gafas oscuras. Me senté a su lado en clase de inglés y para mi sorpresa teníamos más en común de lo que me pareció en un principio.
Desde entonces puedo decir orgullosa que he aprendido mucho de él, y aún hoy lo sigo observando cuando no me mira, porque sé que todavía hay muchas cosas más que puedo aprender.
Y me pregunto si estaría dispuesto a seguir enseñándome, por ejemplo de música. Si volverá a gastar una tarde entera en ponerme videos de sus grupos favoritos y en contarme datos curiosos sobre ellos. Entonces, como aquella tarde, le veré contento, con una sonrisa de felicidad y con los ojos brillándole al ver al guitarrista de Avenged Sevenfold pasear sus dedos por las cuerdas.
Yo le agradezco que me enseñe todas esas cosas y sobretodo que para ello pierda su tiempo. Porque cualquier otra persona pasaría, pero él es de las pocas que no.
Es tan entregado con sus amigos que en más de una ocasión me ha sorprendido. He llegado a tener la sensación de que se preocupa más por todos nosotros que por sí mismo. Hay gente que le describiría como “demasiado bueno” y lo cierto es que estoy de acuerdo con esa descripción.
¿Sabes porque te cuento todo esto a ti? Porque creo que él es tan bueno que no aceptaría todos los halagos que le diría si tuviera oportunidad. Una vez le pregunté cómo se describiría pero no fue capaz de contestarme, porque yo creo que es muy humilde y aunque sabe lo bueno que es, no puede admitirlo en voz alta.
Pero en el fondo lo sabe. Y yo me prometí un día que iba a conseguir que se sonrojara. ¿Crees que se sonrojaría si leyera esta carta? Espero que no se te ocurra enseñársela, porque algún día todo esto se lo contaré yo.
O quizás se la enseñe.
Si supiera que va a leer esto, le diría gracias. Y sí, ya sé que lo digo demasiado y que a veces incluso suena cansino, pero es que me siento agradecida.
Agradecida de que él confíe en mí, agradecida de que me considere una amiga a la que le puedes contar cualquier cosa.
Y también le diría que no se infravalore, porque es una persona que vale mucho, aunque él no lo admita.
Que vale demasiado me atrevería a decir.
Y no sé si con todo esto te queda claro cómo es mi amigo, pero por lo menos sabes cómo lo veo yo. Es una de las personas a las que más quiero, y espero que lo siga siendo mucho tiempo.
No quisiera perderle. Pero no te pongas celosa, que a ti también te quiero
Un abrazo
MW




domingo, 6 de julio de 2014

La superficie está muy lejos del fondo

Una nueva lección aprendida. La superficie queda muy lejos del fondo. Es una de esas frases que escuchas y lees un millón de veces, pero que no son algo más que frases vacías, hasta que llega algo o alguien que hace que cobren sentido para ti.
Si lo miras de lejos puede parecer muchas cosas, dependiendo de quién lo mire. A mí me pareció un chico bromista y despreocupado. Un buen chico, alguien responsable, pero el típico que bromea a todo momento y se ríe siempre. O puede que esa no fuera mi primera impresión, ya que no lo recuerdo con claridad a pesar de que fue hace relativamente poco.

Cuando Sonia me hablaba de él, lo identificaba como “el de los ojazos”, y a pesar de que yo nunca le había mirado a los ojos, ya sabía que me estaba hablando de ese chico alto de Bachillerato, con el pelo más largo de lo normal que tenía una sonrisa contagiosa y la piel blanquísima. Pero lo cierto es que cuando vi sus ojos, entendí por qué Sonia prefería referirse a él con ese sobrenombre. La verdad es que sus ojos imponen. Son realmente bonitos y desde que empecé a hablar con él, no pude apartar la vista de ellos. A veces me quedaba mirándolos y él, al darse cuenta, me decía “¿Qué pasa?” Yo apartaba la vista solo por cortesía, porque si fuera por mí seguiría observando sus ojos. Son muy claros y la verdad es que se me ocurren un montón de símiles con ellos, pero no me voy a poner cursi.

A simple vista me pareció un chico majo, pero cuando de verdad pensé en él como alguien simpático fue el día de la expo, con el asunto de la esvástica. Insistió tanto que, aunque pareciera un cansino, comencé a pensar que era realmente majo.

A partir de ahí mi opinión sobre él solo ha ido mejorando. Y con el tiempo he descubierto que ese chico que parecía desinteresado hacia los temas que a mí me fascinan, en realidad era todo lo contrario. La primera sorpresa me la lleve un día en Cádiz cuando tuvimos una larga conversación con Rubén en la piscina. Fui la única defensora de Bécquer y la literatura de entre todos los chicos de Bachillerato. La verdad es que tuve la sensación de que me miraban como a un marciano. Pero al acabar, cuando ya me iba de allí, él se acercó a mí y en susurros me dijo “No te creas, que a mi Bécquer me gusta mucho. Es mi poeta favorito.”
 No se exactamente cuando ha sido, pero he empezado a considerarlo un buen amigo.

Puede que fuera por esas largas conversaciones en el autobús de vuelta de Cádiz, donde no dejamos de preguntarnos cosas para conocernos mejor. Aunque admito que mi falta de sueño hizo que las preguntas fueran más por su parte. Y por la mía fueran respuestas, que luego yo concluía con un “¿Y tú qué opinas?” para seguir la conversación.

O puede que lo que me hizo considerarlo mi amigo fuera su ayuda desinteresada hacía mí, cuando yo me veía frustrada por la costa de Cádiz, incapaz de arrastrar mi piragua al mar, o de caminar sola kilómetros por Sevilla con Rubén hablando sobre Luis Cernuda. Porque en aquellos momentos él no me conocía prácticamente nada, pero aun así, fue de los pocos que se molestó en peguntarme que tal mi pie, y más aún que se ofreció a ayudarme. Y eso me hizo plantearme cuanto me quedaba por conocer de él, y es algo que aún hoy me sigo preguntando. ¿Qué descubriré mañana que me pueda sorprender?

“Yo estaba entre estudiar física y filosofía”
Lo que me reí cuando le escuché decir esa frase. Es una persona con muchos puntos curiosos y ese es uno de ellos. Sale del estereotipo de ciencias o letras, le gustan cosas de ambos lados. Y luego llega y te suelta una frase tan ingeniosa como bonita que te hace quedarte con la boca abierta. “Las personas tienen relieves ¿No? Si todo fueran cosas buenas, serías el protagonista de un cuento y no un personaje redondo.”

Un personaje redondo como los de las historias de Maggie Stiefvater. Como Sam y los demás lobos. Recuerdo que él usó ese adjetivo para describir a Beck. “¿Crees que alguien como yo podría ser algún día ejemplo para alguien?” No sé por qué pero esa pregunta me chocó un poco. Quizá sea por el hecho de que noté cierta inseguridad en ella, cuando en mi cabeza él estaba personificado como alguien bastante seguro de sí mismo.
“Tú no tienes nada que aprender de mí, Marta” me dijo en una ocasión. Pero yo creo que tengo demasiadas cosas que aprender de él. No lo voy a tomar como ejemplo, pero hay muchos aspectos en los que me gustaría ser como él. Saber de filosofía, o aprenderme tantas citas diferentes como se sabe. Creo que todo eso lo considera pedante pero a mí me parece genial.

También me he dado cuenta de que la opinión sobre el chico cambia dependiendo de la persona que hable. Este es solo mi punto de vista, pero he oído otras versiones de su persona (yo me he encargado de preguntar) y me he topado con cosas de él que no sabía. Todavía me quedan muchas cosas por descubrir. Y mientras las voy descubriendo, puedo decir bien alto que este chico vale la pena, y que sinceramente quiero seguir siendo amiga suya. Aunque se meta conmigo, y me llame rubia y torpe. Y me diga pija, débil y choni. Nada de eso lo dice en serio. Luego se ofrece a enseñarme a tocar la guitarra,  me explica las reglas de las magic o hace de mi guía en el LOL pacientemente. Y con todo eso lo arregla.

Ya no me queda nada más que decir, y si alguna vez lee esto espero no piense que estoy colada por él o algo así porque le encanta bromear con esas cosas.

Asique me alegro de que Rubén te hiciera confesar que estás loco por Bécquer porque quien sabe si hubiéramos hablado tanto de lo contrario. Me alegro que confíes en mí para contarme tantas cosas como me has contado. Me alegro que me hayas enseñado como eres. De verdad.
Gracias.


domingo, 8 de junio de 2014

Enigmática- Parte 2

Y doy fe a que eso es completamente cierto.  Su prioridad siempre han sido las cosas diferentes, y eso no solo se refleja en sus cuadros, además también en sus actos.

El día que mi hermana Natalia volvió de Alemania, Miriam y ella se conocieron. La verdad es que mi hermana nunca ha sido un persona fácil, yo siempre he pensado que en parte se debe a su ceguera.
Pero a Miriam tampoco se le resistió ella, aunque yo pensé que Natalia no sería capaz de ver la genialidad de mi amiga. Una tarde, le preguntó a mi hermana si quería ver su nuevo cuadro, cosa que a ella le ofendió mucho. Pero Miriam solo sonrió y nos llevó a las dos a su estudio en el centro de Madrid.

Aquel sitio apestaba a pintura y a aguarrás, pero tenía mucha luz, y estaba manchado de colores pon todas partes.
Nos condujo hasta una de las paredes, cubierta con una tela, y la retiró dejándome ver lo que había detrás . La pared estaba cubierta por pintura de olor fuerte, con la técnica gotelé que representa una cara de mujer con colores vivos.
-No sé qué hago aquí –comentó mi hermana entonces- Yo no lo veo.
Hizo amago de darse la vuelta, pero Miriam la agarró de la mano y la colocó sobre el cuadro. Natalia posó las dos manos en la pared, y empezó a  recorrerla con suavidad.
-¿Qué es, Natalia? –Le preguntó la pintora.
Ella solo dejó las manos caer y se quedó de cara al cuadro en silencio durante unos minutos.
-Una mujer, una muy guapa –susurró
Una vez más, me sorprendió tanto que me quedé muda, a lo que la pintora aprovechó para acercarse a mí, poniendo su mano en mi hombro.
-¿Lo entiendes ahora? –Me dijo en esa ocasión- El arte no se mira, se siente.
No es lo único que  ha hecho para darme una lección. Una vez, pintó un árbol de colores, por una anciana vecina mía, para demostrarme que el arte está en cualquier parte, y en otra ocasión decoró todas las señales de tráfico, como hacen en otros países para demostrarme que el arte no tiene reglas, y que alegra a la gente.

Hoy la miro y me acuerdo de ella. No puedo evitar pensar lo que pensé la primera vez que la vi, y todo lo que he aprendido de ella desde entonces. Puedes pensar que los artistas son demasiado estrambóticos, y puede que tengas razón, pero eso es porque ellos ven cosas que tú no. Yo me siento afortunada por haber podido ver todo lo que siente un artista aunque yo no sea uno de ellos. Porque como dijo un escritor chino, el mundo está lleno de pequeñas alegrías y el arte consiste en saber distinguirlas. 

Vuelvo a mirar el marco de fotos con su imagen y sonrió con melancolía. A veces me pregunto si de verdad existía o solo fue producto de mi imaginación. Sea como fuere, siempre la recordaré como la chica enigmática que cambió mi vida.

viernes, 6 de junio de 2014

La de los tristes destinos

20 de Julio de 1843.
“Está oscuro. El pasillo se alarga tanto que no veo el final. El silencio hace que mis gritos reboten en las paredes. Estoy sola en palacio. Guardo silencio, pero nadie grita mi nombre, nadie acude a rescatarme.
Y me hundo en un agujero. Está tan oscuro que no veo nada, excepto contornos del pasillo, y tengo el cuerpo entumecido por el frío. Pero aún así corro. Busco la salida desesperada. Me duelen los pies, pero empujo la puerta hasta salir fuera.
El sol me quema, pero no puedo volver hacia atrás. Estoy desnuda ante todo el pueblo español. Todos me ven, todos hablan de mí.
Todos opinan.
Estoy vacía como una caracola. No me puedo mover. Alguien me empuja desde atrás. Cuando levanto la vista veo al tío Carlos mirándome dentro de palacio. Me vuelve a empujar con violencia y me mira con odio.
-No serás buena reina. –las palabras rebotan como si estuviéramos en una sala pequeña.- Hundirás el país.
Esa última frase se repite como eco en mi cabeza. Y yo huyo. Salgo corriendo sin saber a dónde. Tengo que irme. Nadie va a ayudarme.
Estoy sola. Muy sola”
Abre los ojos de golpe, con un jadeo de miedo atascado en la garganta. La niña se levanta de la gran cama y retira las cortinas de la ventana, dejando entrar la luz de la mañana. Siente un escalofrío cuando sus pies tocan el suelo y eso le recuerda a su pesadilla.
Lleva todo el mes soñando cosas parecidas. Gira la cabeza y ve el pequeño calendario al lado del tocador.
-Solo tres días –susurra Isabel poniéndose una bata encima del camisón rosa- Tres.
Sale de la habitación y camina por el palacio en camisón y bata, cuidando que nadie la vea. La futura reina del trono español no puede andar por ahí descalza y con ropas de dormir. Sería inadmisible para cualquiera, pero para su madre sobre todo.
Desde que su madre había abandonado la regencia hacía tres años, miraba todo lo que su hija hacía con lupa. Isabel y su madre nunca se habían llevado demasiado bien, ya que por razones que la niña no conocía, la mujer la huía y la criticaba todo lo que podía.
Isabel llegó al final del pasillo y se paró frente a un imponente cuadro del rey Fernando VII.
-Hola padre –saludó al cuadro, sentándose frente a él en el suelo frío- Hoy hace un día soleado ¿Sabe?
Miró al techo de forma desinteresada, observando la lámpara moverse al son del viento leve que corría por los pasillos.
-Aunque mi estado de ánimo se torna nublado. He vuelto a tener esa horrible pesadilla. En realidad no la entiendo, pero me da miedo.- la niña volvió a girarse hacia el cuadro- Me gustaría contárselo a madre, pero ella no me escucharía. Ya sabe usted es ella siempre está demasiado ocupada para mí. Prefiere irse a mimar un rato a mi hermana pequeña y luego a tomar un té con sus amigas.
Suspiró pesadamente, aunque sin subir el volumen, para que nadie más que el cuadro de su padre la oyera.
-En realidad creo que todo el mundo me odia porque en tres días seré la reina de las Españas. Mi tío Carlos no para de causar problemas, mi madre no quiere verme ni en pintura. Mi hermana María Luisa no me habla, y yo apunto de subir a un trono y sin tener ni idea de que hacer.
La niña se encogió sobre sí misma sintiéndose más pequeña de lo que ya era. Cada vez se sentía más un títere los dos lados de política.
-Solo tengo trece años –sollozó la niña sin poder contenerse- ¿Qué puedo hacer yo? No sé nada de nada sobre política, ni sobre cómo llevar un reino. Debería estar aquí, padre. Yo a usted no lo conocí, pero seguro que me haría más caso que madre y María Luisa.
Isabel se levantó y haciendo una reverencia muy corta se despidió de su padre. Ella aún no tenía tres años cuando él falleció, y aunque sabía de sobra que no valía para nada, hablaba con él de vez en cuando.
Recorrió el pasillo, pensándose si volver a su habitación, cuando oyó voces en una de las salas.
-Escuchar tras la puerta está muy mal –se dijo a sí misma- Deberías ser responsable y volver a la cama.
Pero sin seguir su propio consejo escuchó como su madre discutía con uno de los representantes de los gobierno, cuyo nombre la pequeña no conocía.
-Mejor esperar, majestad –Dijo el hombre a su madre –Es mejor que esperemos a que Isabel cumpla los dieciséis para casarla.
A la niña se le encogió el corazón ¿casarla? ¿con quién?
-Aún así creo que deberíamos hablar ya con Francisco para aclarar el matrimonio –habló su madre –Seguro que la familia de su primo aceptará encantada casarse con mi hija.
Isabel se dio la vuelta y salió corriendo de allí. No necesitaba escuchar nada más. Francisco de Asís era uno de sus primos más indeseables y antipáticos.
Cuando llegó a su cuarto, la niña cerró la puerta y apoyó su espalda en ella. Gimió pensando en su primo.
Durante los siguientes minutos, Isabel solo se dedicó a llorar, pensando que haría si su primo y ella se casaran.
-Hay que ser fuerte, Isabel –se dijo a sí misma incorporándose- En tres días serás la reina, se lo debes a tu pueblo.
¡Qué más iba a pensar ella! Era lo único que le quedaba. Acercarse al pueblo y ser querida. “Eso si no hundes antes el país” dijo una voz en su cabeza.
O cierto es que a Isabel no le quedaba nada más. Con su familia no había tenido mucha suerte, y con los amigos…Bueno su único amigo era el hijo de una cocinera, pero hace un mes, cuando nombraron su subida al trono se despidió de él. Una reina no puede juntarse con criados.
La futura Isabel II se quedó mirando frente a la ventana como el sol potente de julio calentaba las hojas del jardín y como los hijos pequeños de las criadas jugaban por allí.
-Quien fuera libre de jugar como ellos –Susurró ella.
La niña se resignó, como cada día. Y volvió a meterse en la cama, esta vez sin quitarse la bata. Y cerró los ojos pensando en niñas libres, con vidas perfectas, pensando en jardines donde correr y madres que amaban a sus hijas.
Y se durmió. Sin pensar lo que le iba deparar el día siguiente. Sin pensar si sería buena reina, si se casaría con su primo antipático y afeminado, o si su tío volvería a provocar una guerra por ella.

Sin pensar en nada. Solo se durmió.

sábado, 29 de marzo de 2014

Una dulce estupidez

Sí, así definiría su actitud. Aunque en mi mente tiene muchos nombres.
Puede ser un cansino hasta novel extremo, pero tiene un dulce fondo y yo se que nos quiere a todas. Nos hace reír, nos divierte, no da un abrazo cuando lo necesitamos… a veces creo que no pinta mucho con nosotras porque es el único chico. Y a veces me pregunto si no se sentirá solo, cuando nosotras hablamos de cosas de chicas y él se queda callado en un lado, o protestando porque a él, el color con el que nos pintamos las uñas no le interesa.
Una amiga le llama de forma cariñosa “cansa-almas”. Y la verdad es que no le quito razón. Él sabe ser todo lo pesado que te puedas llegar a imaginar. Insiste y insiste las cosas hasta la saciedad. Hace unos años le perdí un dibujo que me dio y aún hoy me sigue repitiendo que donde está su dibujo y que le debo un caballo .
Pero la verdad es que tampoco me voy a quejar. A parte de ser uno de los chicos más listos que conozco, es una gran persona.
Si ahora mismo pienso en él, veo a ese chico alto que sonríe enseñando sus braquets. Y que te observa con unos ojos muy grandes color café oscuro, unos ojos que antes se escondían tras una gafas, pero que se ven mucho mejor sin ellas.
Y le veo ahí parado, en el recreo, preguntándome si he visto “Soul Eater” o contándome sobre el último video de “Holasoygermán”. Incluso hablando de cualquier otra cosa. Haciendo la zancadilla a Noelia y dando a alguien una “Cholleja”
Él es un chico especial. Y puedo afirmar con seguridad que nunca voy a encontrar a nadie igual. Espero sinceramente tenerle mucho tiempo como amigo, porque aunque no se lo diga, le quiero mucho y es muy importante para mí, y sé que él a mí también me quiere, aunque cuando se lo digo, me señale hacía una dirección y me diga “Por allí se va a Mordor”
Que por cierto, tío, esa te la guardo muy profundamente , al estilo Carmen.
Pero en fin qué más puedo decir de él. Que aunque muchas veces he deseado que cambie algunas cosas, ahora le pido en serio que no cambie su forma de ser

¡Te queremos, bobo!